martes, 29 de mayo de 2012

Un Gobierno, haciendo como que hace


Pero sin hacer, claro. Desde esa premisa puede explicarse el paripé de `transparencia´ que el Gobierno viene gestando. Veremos qué forma adopta una vez que se agote toda la tramitación parlamentaria, aunque por lo pronto, el anteproyecto que el pasado viernes se aprobó en el Consejo de Ministros, realiza curiosos hallazgos. Por ejemplo que la transparencia es deseable, sí, salvo para la monarquía, los partidos políticos y los sindicatos. Ole. Agarra esas moscas por el rabo.
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Sin embargo la cosa no queda ahí. El afán por hacer como que se hace guarda estrecho vínculo con la percepción que se transmite, con la percepción que se proyecta. Será por esto que en el caso de la televisión pública, el Gobierno ahí sí abandonó `el caballo del malo´ (con su consiguiente y sabida lentitud), para pasar a montar la cabalgadura de los avispadillos.
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Irene Lozano (diputada de UPyD, además de periodista y escritora) realizó la semana pasada un esclarecedor análisis de cómo son las dinámicas con que PP y PSOE juguetean con algunas instituciones básicas del Estado. Flagrantes resultan los casos del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas o el Defensor del Pueblo. En las tres instituciones hay nombramientos que realizar (algunos emplazados, incluso, desde 2007), pero un día por otro, un día por otro… el partidismo sin barrer.
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No más alentadora resulta la situación en RTVE. La diferencia es que aquí el Gobierno sí ha entrado a saco. No para cortar de raíz los problemas detectados, sí para implantar sin sonrojo sus raíces: sus raíces más explícitas, sus raíces más descaradas, sus raíces más gubernamentales.
Ahí sí entró la prisa. Ahí sí surgieron las urgencias. Y la razón de que en RTVE sí se haya actuado con premura (aparte de desfachatez) es porque estamos ante un gran constructor de percepciones. Un medio masivo y generalista puede llegar a ser una gran factoría de percepciones. PP y PSOE de sobra lo saben: lo saben sin duda por experiencia.
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Tal y como recordó Irene Lozano (cfr. vídeo adjunto), parece que al Gobierno le interesa bastante más la percepción de la realidad, que la realidad misma. Pudiendo transformar la percepción de lo real que cala en la ciudadanía… relegadas quedan las transformaciones reales.    
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Artículo publicado en Tribuna de Salamanca, 23-5-2012.

lunes, 21 de mayo de 2012

Despotismo (sin ilustrar) étnico



Sabíamos que amanecer “no es poco”. El dicho y la clásica película de Cuerda así nos lo habían enseñado. También sabíamos, parafraseando a Claudio Rodríguez, que si tú el amanecer te lo has llevado todo, “¿cómo voy a esperar nada del alba?”. Ahora sabemos, en letras griegas, que cuando el amanecer es “dorado”… vienen curvas

Hace una semana y media se celebraron elecciones en Grecia. El partido Amanecer Dorado resultó uno los grandes triunfadores de la jornada. No se alzó con la victoria numérica, pero que un partido de corte neonazi consiga 21 parlamentarios, es un claro logro para ellos, y es un manifiesto mensaje de advertencia y amenaza para todos los que creemos en la democracia.

La perorata de su líder se ajusta al habitual patrón del nacionalismo étnico: que si los buenos, que si los malos; que si los salvadores de la patria, que si los traidores de la misma; que si el orgullo y la grandeza de las raíces, que si la perversión y lo contaminante de lo foráneo; que si la persecución de inmigrantes; que si el repudio a homosexuales…

Es el típico discurso henchido de zafio patrioterismo. Peligrosa deriva que suele llegar acompañada de otros derivados peligros, y otras deleznables bajezas. Es la típica monserga fundamentalista donde lo patrioteril llena el mismo espacio que en otros integrismos ocupa la religión, la clase social, la raza, el color de piel... La vida nos da sorpresas (rezaba la canción), y ejemplos nos da la Historia.

Basta escuchar un rato al tal Nikolaos Michaloliakos para observar los mismos tics tantas veces repetidos. La soflama fanatizada vuelve a mostrarse tan ofendida y victimista, como amenazante y coactiva. También ejemplo de esto último es ese grito del `salvapatrias´ de turno, anunciando la llegada del mandamás: “Levantaos todos y prestad vuestros respetos al líder”, ordena el mozalbete de Amanecer Dorado a los periodistas que asisten a la rueda de prensa.

Tan sólo se escucha una voz de protesta. El resto de profesionales de la información obedecen el dictado de los `profesionales´ del dogmatismo. Mal. Muy mal. Al igual que no cabe la sumisión ante una rueda de prensa sin preguntas (incluso aunque sea de un político demócrata), por supuesto que tampoco ha de caber la sumisión ante unos indeseables nacionalistas.

Ya habrá ocasión de volver sobre ese despotismo (sin ilustrar) de naturaleza etnicista. Esas proclamas reaccionarias no están circunscritas a Grecia. Circulan por toda Europa y son abanderadas por iluminados de unas y otras tradiciones ideológicas.  

El sol sale por el Este, pero `amanecidos´ como los descritos, `gamados´ y sin `gamar´, se encuentran a derecha e izquierda. Éramos pocos… y `amaneció´ sombrío.




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Artículo también publicado en Tribuna de Salamanca, 16-5-2012.

domingo, 20 de mayo de 2012

Prensa y monarquía: lodos de docilidad, barros de elefantiasis


Han sido muchos años de adocenamiento colectivo en torno a la Corona. Los medios de comunicación han contribuido a ese peligroso clima de docilidad y besamanos. En general, la información crítica y responsable se ha ausentado por su brillo, y debería haber sido habitual… algo que tanto ha escaseado. La imprescindible labor de vigilancia y contrapeso (como a cualquier otra institución, y como cabe presumir en cualquier democracia mínimamente saneada) apenas ha existido sobre la monarquía.

Entrada completa (publicada en Tribuna de Salamanca, 18-4-2012), aquí

jueves, 17 de mayo de 2012

Etiquetados comerciales versus etiquetados políticos

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Las etiquetas (no hablo de marcas, sino de etiquetas) prestan un sobresaliente servicio. Encuentran su razón de ser en dos derechos básicos del consumidor: seguridad e información. Permiten conocer las características del artículo, el origen, la composición o la caducidad; además de suministrar las instrucciones de uso, advertir sobre los riesgos más previsibles… y un largo etcétera. Así ocurre en el ámbito comercial. En el escenario político, sin embargo, las etiquetas “izquierda y derecha” no presentan tantas ventajas.
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La cultura política existente en España presenta gordísimas flaquezas. Botón de esa muestra es el apogeo de los simplismos izquierda-derecha. En el mejor de los casos, resultan reduccionistas; en los supuestos más habituales, tales etiquetados se orientan por la deriva sectaria, demagoga, maniquea y envilecedora.
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Esos simplones etiquetados políticos se vuelven tanto arma arrojadiza (para demonizar al que han convertido en `enemigo´), como autobombo con el que la facción de turno se etiqueta a sí misma (para buscar el aplauso populista de la respectiva claque).
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Son etiquetados bastante vacíos de contenido, pero llenos de visceralidad e indefinición. Etiquetados que mienten más que hablan; que distorsionan más que describen; y que aspiran a tergiversar antes que a suministrar un diagnóstico racional, fidedigno y clarificador.
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Un partido como UPyD decidió, desde su nacimiento, renunciar a tales simplezas. En el propio arranque de su Manifiesto fundacional, UPyD plantea: “(…) los ciudadanos no nacen siendo ya de izquierdas o de derechas ni con el carnet de ningún partido en los pañales. (…) consideramos a los ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y de elegir en consecuencia, de acuerdo con las ofertas de los partidos y su experiencia de la situación histórica que vivimos. Por tanto no creemos que nadie esté obligado a votar siempre lo mismo o a resignarse a las opciones políticas vigentes, cuando ya le han decepcionado anteriormente”.
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Frente al esquematismo izquierda-derecha, UPyD prefiere apostar por el progreso: por aquellas ideas concretas (nada de abstractas nomenclaturas) que verdaderamente ensanchen el potencial de la ciudadanía, que auténticamente contribuyan a la calidad del sistema democrático. Es progresista –añade el aludido Manifiesto- “luchar contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la democracia material”.
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Esos tres mecanismos esclavizadores (tiranía, miseria e ignorancia) son los que el progreso intenta derribar; mientras que los postulados reaccionarios (sean de la llamada izquierda, sean de la llamada derecha) tratarán siempre de perpetuarlos.
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Los etiquetadores de guardia se esfuerzan por seguir repartiendo marchamos de izquierda o derecha; avales de `derechismo´ o `izquierdosidad´. Esos etiquetados les sirven como `patentes de corso´ (para justificar lo injustificable a los propios; y para no reconocer nunca mérito alguno a los ajenos). Los etiquetadores de postín distribuyen así sus arbitrarios carnés de `buenos´ y `malos´.
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Dado que UPyD escapa a los reseñados automatismos, descoloca a los etiquetadores de uno y otro sesgo, ganándonos la animadversión de todos ellos. Bien está que así sea. El sectarismo de unos nos hace pasar como de los otros, y el sectarismo de los otros nos hace pasar como de los unos. Allá cuentas.
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Quienes frente a los propuestas de UPyD no tienen otra cosa que aportar que no sea el cliché y encasillamiento del etiquetado… pues bueno, pobrecillos. Como apunta también el Manifiesto: “nos apiadamos cordialmente de quien carece de mejores argumentos para descalificar al adversario” [en este sentido, puede consultarse la intervención de Rosa Díez en Salamanca, 27-10-2011].
Asimismo, en la presentación del partido (29-9-2007), Fernando Savater recordaba una noticia que se había conocido por aquellas fechas (cfr. vídeo adjunto). Unos investigadores universitarios habían descubierto que las neuronas de las personas de izquierda funcionan de forma distinta a las neuronas de las personas de derechas. Savater comentaba, con maestría: “A mí esto me interesa, pero no me preocupa. Mientras funcionen las neuronas y el cerebro, vale. El problema son las personas que, cuando ya han decidido que son de izquierdas o de derechas, dejan las neuronas, dejan el cerebro y ya no vuelve a funcionarles la cabeza nunca más. Ése es el peligro”.
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Ciertamente. Ése es el peligro. Peligro en el que cierto periodismo, cierta intelectualidad, cierta clase política… no ha tenido el menor rubor en rebozarse
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Artículo publicado en Tribuna de Salamanca, 11-4-2012. 

martes, 15 de mayo de 2012

Responsables, cómplices y deontología


"Uno puede ser partidario de la electricidad sin ser partidario de la silla eléctrica", apunta con tino Savater. También, cabe añadir, se podría ser partidario de la televisión… sin ser un entusiasta de todas sus derivas.
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¿Pero sobre quién han de recaer más metafóricas collejas cuando las cosas se hacen mal? ¿Sobre quien programa lo infumable… o sobre quien decide fumárselo de todas todas? O dicho de otra forma: a quién corresponde más culpa, ¿a la oferta o a la demanda?, ¿a las cadenas o a los telespectadores?
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Partamos de lo obvio (las obviedades, para que no sean obviadas, a veces corresponde recordarlas): quien decide emitir algo es responsable de aquello que se emite. Responsable para bien o para mal. Para ser acreedor de aplausos o convertirse en merecedor de abucheos. Responsable por antonomasia.
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Y ante esa premisa, sirven de poco los pretextos. Excusa resulta apelar al presupuesto disponible (los limitados recursos económicos no obligan a la putrefacción), y subterfugio es escudarse en que “la audiencia lo demanda” (que detrás de unos contenidos haya públicos mayoritarios o minoritarios es un condicionante cuantitativo: ni guarda conexión directamente proporcional con lo cualitativo, ni merma un ápice la responsabilidad de quien decidió programar esto o aquello).
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Una vez establecida esa primera y más básica responsabilidad (aquella que corresponde a la oferta), el catálogo de complicidades resulta nutrido. Y desde luego, entre esos cómplices, la demanda contribuirá a que los estándares de calidad crezcan o mermen.
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Una ciudadanía crítica y comprometida no dará su confianza a unos informativos manifiestamente sectarios (vaya el sectarismo en la dirección que vaya). Una ciudadanía exigente e inconformista, por ejemplo, tampoco otorgará su respaldo a un entretenimiento audiovisual grimoso y chabacano.
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Cuando la demanda eleva su listón de exigencia, la oferta (aunque solo fuese por razones de supervivencia empresarial) se ve instada a aumentar también sus umbrales. Como cabe deducir, la dinámica se retroalimenta en una u otra dirección (círculo vicioso o círculo virtuoso); pero no conviene equiparar todas las responsabilidades que confluyen.
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Supongamos: detrás de un espacio sexista, xenófobo, estúpido, falaz, insidioso, tergiversador, lo que sea… existe un programador que decidió apostar por el sexismo, la xenofobia, la estupidez, la falacia, la insidia o la tergiversación. Punto. A partir de ahí, qué duda cabe, existirán espectadores cómplices de todo lo dicho y espectadores que se apartan de tales manejos; pero eso jamás hará eludir la mayúscula responsabilidad de ese determinado programador.
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Miente quien al público juzga en vano, pues si dándole paja, come paja; siempre que se le da grano, come grano”. Así lo señala Iriarte. La reflexión del fabulista no es ley universal (el “grano” a veces se queda en el plato sin comer), pero buena parte de su apunte sigue conservando vigencia.
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Artículo publicado en Zapping Magazine, nº 7, 27-3-2012, p. 35.